¿Será Cascais el lugar para enamorarse?

Enamorarse de Portugal o enamorarse en Portugal es inevitable.

 

No sé con exactitud cómo comenzó este romance con Portugal. Solo sé que, mientras camino sin rumbo por las callecitas de Cascais, una de las villas más encantadoras del país, me vienen a la mente todos esos lugares del mundo donde alguna vez dije: “Aquí me gustaría vivir”.

Barrios y pueblos frente al mar en Grecia, Italia, el sur de España, Alexandria en Virginia, Lima, Nueva Orleans, San Juan, Cartagena de Indias. Todos tienen algo especial, pero Cascais tiene ese "no sé qué" portugués que simplemente no se puede explicar: una sensación de bienestar sereno, como si Portugal fuera un portal que nos lleva a otro tiempo. A mí me transporta a los años 70 y 80, a mi infancia en la casa de mi abuela en el centro de Quito, en la calle Briceño; y también a algunas calles del barrio de la Floresta. Al recorrer las callejuelas de Cascais siento saudades, me invade la nostalgia por una vida más tranquila, segura y sencilla. ¿Cómo no enamorarse de un lugar así?

 
 

Un poco de historia: la Villa de Cascais

Cascais tiene alma antigua. Sus orígenes se remontan a miles de años atrás, con huellas de ocupación romana y áraba. Cada rincón guarda secretos del pasado. Oficialmente, Cascais se convierte en villa en 1364, por orden de Don Pedro I. De pequeña aldea de pescadores a destino turístico, hoy recibe visitantes de todo el mundo que llegan para disfrutar de su clima templado, sus paisajes marítimos y su exquisita gastronomía.

 

A la vera del mar

Además de su centro histórico lleno de encanto, Cascais regala a locales y visitantes un paseo marítimo que parece sacado de una postal. Caminando, trotando o en bicicleta, se puede recorrer varios kilómetros junto al océano Atlántico.

A pocos minutos hacia el norte se encuentra Boca do Inferno, un paraje salvaje donde las olas golpean con furia las rocas. Si Poseidón tuviera un mal día, sin duda lo manifestaría aquí. Más adelante aparece  Casa da Guia, uno de mis lugares favoritos: un antiguo palacete del siglo XIX convertido en un espacio con tiendas, restaurantes y terrazas, todo al borde del mar.

Y si seguimos un poco más, llegamos a la famosa playa de Guincho, ideal para los amantes del surf, windsurf y kitesurf. Este paisaje espectacular fue incluso escenario de una escena de rescate de James Bond, en la película On Her Majesty’s Secret Service (1969). Curiosamente, la playa se ve casi igual. Porque Portugal, a veces, es como un viaje en el tiempo.

 
 

Cultura viva: arte, historia y vida local

La vida cultural de Cascais es tan vibrante como su mar. Casi todos los fines de semana hay conciertos, exposiciones o ferias. Algunos de los museos que recomiendo visitar:

  • Museo do Mar Rei Dom Carlos I, un tributo al océano y su historia (¡mi favorito!).

  • Museu Condes de Castro Guimarães, dentro del encantador Parque Marechal Carmona (un lugar perfecto para fotos).

  • Museo de la Villa

  •  La Casa das Histórias Paula Rego, espacio dedicado a una de las artistas más importantes de Portugal.

  • Torre de Santo António, dentro del fuerte.

  • Marégrafo de Cascais, uno de los primeros observatorios europeos dedicados al estudio del mar, en funcionamiento desde 1882 ( A ver si lo encuentras y te tomas una foto y me la compartes en Instagram) 

  • Pero mi mejor consejo es este: piérdete por sus callecitas.. Déjate guiar por las buganvillas, los jacarandás florecidos en primavera, y esas casas coloridas que parecen salidas de un sueño.

 

Gastronomía del mar: secretos bien guardados

 

Como villa tradicional de pescadores, Cascais es un paraíso gastronómico. Las opciones en el centro son infinitas, pero aquí van dos secretos que comparto solo con los que quieren saborear lo auténtico:

  • Marisco na Praça: en el *Mercado da Vila, mariscos fresquisimos en un ambiente informal. Si vienes un miércoles o sábado, el mercado es un festín de colores, frutas, cerámicas y sabores.

  • Cantinho da Belinha, una pequeña tasca tradicional en la Asociación de Armadores y Pescadores de Cascais. Contacta conmigo en **Bomvento** para ayudarte con la reserva, ¡vale la pena!

  • Y para cerrar la jornada, nada como un vino portugués al atardecer en la terraza del Hotel Farol. Te prometo que hay pocas cosas más placenteras. En próximas publicaciones te contaré sobre las *adegas* y los vinos de Portugal, especialmente uno muy especial: el de la bodega más antigua del país, en la margen sur del río Tajo.

 
 

Conclusión

Dije al principio que no sabía por qué me había enamorado de Portugal, o si fue en Portugal donde me enamoré. La verdad es que, como todo gran amor, no tiene explicación. Lo que sí sé es que Cascais se ha convertido en ese lugar donde podría quedarme a vivir. Frente al mar, a solo 30 minutos de Lisboa, esta villa tiene una magia difícil de describir, un ritmo más pausado, una belleza cotidiana. Un lugar donde definitivamente viviría.

¿Te gustaría conocer Cascais conmigo? Ya sea como viajero o como futuro residente, en Bomvento estoy aquí para ayudarte a descubrir tu lugar en Portugal.