Enamorada de los azules de Portugal
Antes de perderme en las callejuelas soleadas de Cascais.
Antes de caminar descalza en las arenas infinitas de Comporta. Hubo un lugar que me atrapó para siempre: la desembocadura del río Sado y la Serra da Arrábida. Fue ahí donde descubrí que Portugal no solo se recorre, se contempla. Donde entendí que el azul no es un color, sino una emoción que cambia con las estaciones. En primavera, el azul del Sado es ligero, casi tímido, como si despertara junto a las flores de la sierra. En verano, brilla intenso bajo un sol que parece pintarlo todo de vida.
El otoño en Portugal
En otoño, el azul se vuelve más profundo, melancólico, como una saudade que se extiende sobre el mar. Y en invierno, cuando la bruma acaricia el agua, es un azul silencioso, íntimo, que invita a recogerse. Explorar las playas de Arrábida fue como aprender un nuevo idioma: el idioma de los tonos azules. Y allí, entre el río que se entrega al Atlántico y los delfines que lo recorren libres, entendí que Portugal tenía algo reservado para mí. Todo empezó aquí, donde el río se funde con el mar y me enseñó a mirar la vida con ojos nuevos.
Hoy quiero invitarte a descubrir ese Portugal que no siempre aparece en las guías turísticas, un Portugal que se siente más que se visita. Un Portugal de colores que sanan y despiertan. Porque viajar también es esto: dejar que un azul te enamore y que nunca vuelvas a ver el mundo de la misma manera.
Con cariño, Sabrina.